Vagabundxs de la cosecha (neoliberal)
Estamos muy familiarizadxs con las imágenes steinbeckianas de aquellas cuadrillas de personas que vagaban por la costa oeste de los Estados Unidos, por allá, por los años treinta, los de la Gran Depresión, siempre en pos del siguiente trabajo temporal. La crisis económica de 2008 ha creado una variante actual de aquellxs nómadas, una subcultura de personas (muchas de ellas mayores, cerca o bien más allá de lo que aquí consideraríamos la edad de la jubilación) que, ante la imposibilidad de hacer frente a los gastos de una vida "estable", hipoteca o alquiler, optan por surcar el país en furgonetas camperizadas, caravanas o campercares. A menudo son antiguos miembros de la clase media que, por una enfermedad, un divorcio u otra eventualidad de la vida salieron despedidxs del sistema. Emplean su exiguo cheque de la seguridad social en echarle gasolina a su casa andante, se presentan en faenas de temporada ("anfitriona"-vigilante-limpiadora de áreas de acampada de los parques naturales; la campaña prenavideña del Gran Hermano; la cosecha de la remolacha azucarera...) cuyos empleadores han encontrado en estas personas un auténtico chollo: van con la casa a cuestas (por lo que las a menudo remotas ubicaciones del lugar de trabajo no suponen ningún problema), acceden sin protesta a las condiciones laborales, y antes de que pueda establecerse cualquier relación de solidaridad o sindical, todo habrá terminado. Esta vasta unión de solitarixs se comunica a través de blogs y foros y una vez al año celebra un encuentro en un lugar de Arizona que, para la ocasión, se convierte en un inmenso y extravagante zoco donde se intercambian destrezas, trucos y objetos. Son los habitantes del País Nómada, Supervivientes del siglo XXI. La periodista Jessica Bruder siguió a algunxs de estxs vagabundxs modernxs durante meses en su propia autocaravana, trabajó con ellxs en alguno de estos trabajos duros y estableció amistades. El libro es una mixtura entre trabajo de periodismo de inmersión y reflexión sociológica que refleja tanto las durezas y precariedades de estas vidas como su libertad, los vínculos de solidaridad entre los "furgorresidentes" y sus códigos propios de una auténtica subcultura. A destacar la traducción de Mireia Bofill con su perfecto lenguaje inclusivo y el hecho de que en enero llegará la película que filmó Chloé Zhao (recuerdo con fascinación su The rider) a partir del libro, protagonizada por la sin par Frances McDormand. Cuando era pequeña, decíamos que todo lo que se estilaba en los Estados Unidos, a los diez años llegaba a Alemania. Ahora ni de lejos serían diez años y aunque el sistema de cobertura social y de pensiones (por ahora) no es comparable, igual deberíamos ir mirando, también en esta nuestra Europa baqueteada, las ofertas de furgonetas y autocaravanas...
Cuantos recuerdos... Yo también, hastiada de todo, fui durante un tiempo nómada con furgoneta. Viajaba de lunes a jueves y los fines de semana vendía las artesanías que yo producía. Recuerdo esa época con cariño, porque fué algo elegido. En está forma de vida se establecen vínculos emocionales con gente que en otras circunstancias serían imposibles. Época que creía de libertad (aunque todas las épocas tienen sus servidumbres voluntarias) , en realidad fue un parentesis, que no había programado.
ResponderEliminarMe voy a comprar el libro. Gracias Heide