Y de nuevo: Maylis de Kerangal

Sabrán mis improbables lectoras que desde que irrumpió en mi vida he sido una lectora asidua de todo cuanto se tradujera de Maylis de Kerangal. Nacimiento de un puente fue el primero ("El alcalde megalómano de una población en una California ficticia decide mandar construir un inmenso puente que conecta la ciudad con un último enclave de naturaleza virgen. Y ahí se pone en marcha uno de esos megaproyectos de nuestra época globalizada que convoca a un ejército de trabajadores migrantes venidos de todos los rincones del mundo que traen por único equipaje su conocimiento especializado y su fuerza de trabajo y que constituyen una sociedad transitoria con sus propios mecanismos.") Fue un tema inédito y ya apuntaba algunas constantes de la obra de la francesa: era una novela eminentemente coral y aportaba una minuciosa y exhaustiva documentación, también en el terreno lingüístico. Me cautivó (y de hecho, sigue siendo mi preferido) el siguiente libro, Reparar a los vivos. En él, Kerangal "toma en su mira la muerte de un joven y la consiguiente donación de sus órganos para el trasplante. Al igual que hiciera en la novela anterior, en que una multitud de personajes concurría para realizar un sinfónico proyecto colectivo, también aquí destaca la precisa maquinaria que requiere el esfuerzo magno como es un trasplante de corazón. Pero hay lugar también para indagar en la sacralidad del cuerpo humano y la difícil decisión que se requiere de los padres en un momento de lacerante dolor y cuya obtención recae sobre un personaje fabuloso que, según la autora, se halla en el origen de la historia." Luego vino Lampedusa, un breve texto lleno de dolor e indignación, sobre esa isla que dejó de ser un lugar mítico para convertirse en el de la vergüenza, donde naufragan los barcos repletos de migrantes. Justo antes del confinamiento llegó Un mundo al alcance de la mano. "Tres jóvenes coinciden en una escuela de Bruselas donde una severa dama de cuello vuelto les enseña el arte de los decorados o trampantojos. Seis meses de agotadora disciplina (el despliegue léxico de pinceles, pigmentos, materiales, de la autora -y, por ende, del traductor: Javier Albiñana- es prodigioso), para aprender a recrear texturas de mármoles, maderas, piedras semipreciosas. Después una de ellos, Paula, colabora en la reconstrucción de la cueva de Lascaux, la Capilla Sixtina de la prehistoria. Y es allí donde la autora se emplea a fondo y logra transmitir la maravilla de este lugar; donde abre la historia y pregunta por nuestra necesidad de contar historias a través del arte; por la realidad y la ficción o la representación. Y también, por nuestra fabulosa capacidad de destrucción." Tras todo lo dicho no les sorprenderá que pegara un grito cuando hace unos meses vi en la mesa de novedades Canoas, un compendio de relatos de Maylis de Kerangal. Me encontré con un cambio de registro (véanse los reveladores apuntes de la autora en esta entrevista:  "Para mí [la escritura de las novelas anteriores] fue un gesto feminista. Quería escribir como esos autores del XIX, y no sobre el hogar, mi familia o mis hijos. Rechacé esa literatura de la interioridad."), con un protagonismo femenino, un contenido más personal y el tema común de la voz humana. Una mujer que su muda circunstancialmente a un pueblo de Colorado y debe lidiar con el idioma y las diferencias culturales; una anciana que cuenta a una periodista su encuentro con una nave de extraterrestres; la voz de la esposa/madre de los protagonistas que cinco años después de muerta permanece en el contestador telefónico; una escritora que en una visita a Canadá se encuentra con su traductora... Todos y cada uno, magníficos. No cabía esperar otra cosa.



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