Renacer, tras Todo Aquello
No sé
qué dirá la historia de la literatura sobre la autoficción (o como quiera que se
llamen estas historias compuestas de coordenadas
vitales apenas distinguibles de las del autor o la autora, aunque luego estos
insistan en que no tiene nada, en absoluto, que ver con ellxs), sobre esta ubicua
voz narradora en primera persona. El caso es que a veces parece que fueran las
únicas opciones posibles: supongo que son un signo de los tiempos, y que
pasarán. La narradora de Aterrizaje
tiene mucho en común con Eva Piquer,
como iba a descubrir (ya que leí el libro sin conocimiento previo sobre su
autora y su trayectoria vital). Por no conocer, no conocía ni la historia de
aquel C-117D norteamericano que en 1973 sufrió un aterrizaje de emergencia en
la playa de Sólheimasandur, en la costa sur de Islandia, y cuyo esqueleto es en
la actualidad uno de los destinos turísticos más célebres, encumbrado por las
redes sociales. Estas dos historias (más un viaje) forman el material con que
Eva Piquer construye el libro: aterrizaje literal versus aterrizaje emocional;
el sobrio relato del piloto Gregory Fletcher, en la actualidad abogado
retirado, como contrapunto de la historia de supervivencia de la narradora tras
lo que esta llama “catástrofe”, “barranco”, o simplemente, Todo Aquello. Poco a
poco vamos asistiendo a su tránsito por el espanto, la reacción de lxs demás
ante su dolor, la tímida vuelta al mundo de los vivos. A cómo hace lo único que
se puede hacer, aunque parezca frívolo: seguir. Seguir nadando, seguir leyendo,
seguir viviendo. Porque, en palabras de Primo Levy, al igual que no existe la
felicidad perfecta, tampoco existe la infelicidad perfecta. Ah! por cierto: qué
bien elegidas las citas de otros autores que trufan el texto. Qué buena lectora
es Eva Piquer. Y tan buena escritora, elegante y insinuante, que logra trascender
y ensanchar el género que tan harta me tiene…
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