Una gata salvaje

Qué mejor manera que estrenar este blog -diseñado para reflejar de tanto en tanto algún hallazgo libresco de esta ya casi, casi ex-librera- que con La historia de Java, de Elisabeth Mulder. En otro lugar les conté cómo, hace ya más de treinta años y siempre en pos de joyas ocultas que son el goce de cualquier librera que se precie, di con una edición que el ayuntamiento de Albacete había preparado de esta novela breve. Cómo me había quedado prendada de este relato-parábola sobre una gata salvaje que ama, sobre todas las cosas, su libertad y "la dulzura de las grandes soledades". Cómo había vendido y regalado el librillo, a raudales, a lectoras agradecidas e igualmente entusiasmadas. Cómo había buscado (recuerden: eran tiempos pre-googleanos) otras obras y ulterior información sobre la autora, incluso había llegado a conocer su dirección en Barcelona, fantaseando con la posibilidad de algún día ir a conocerla. Cómo, pocos meses después, había sabido de su muerte.
Elisabeth Mulder nació en 1904 y aunque por edad podría encuadrarse en la generación del 27, nunca perteneció del todo. A ningún bando, a ningún escuela, a ningún "angosto, descabalado, mezquino" mundillo literario ni "tertulia chismorrona" (palabras de Consuelo Berges en su prólogo), a ningún lugar. Hija de holandés y puertorriqueña, fue una mujer cultísima, políglota (dominaba, aparte del español y el inglés, el alemán, el francés, el italiano y el ruso); escribió desde literatura infantil hasta crítica literaria y aportaciones periodísticas, desde poesía hasta novelas, y tradujo del ruso, del inglés y del francés. Conocida, leída y alabada en cierta época, ya a partir de los años cincuenta y aunque siguiera publicando, su figura se sumió en un gran silencio. Sólo recientemente, y a raíz de una vasta y doctamente prologada antología de Juan Manuel de Prada, Elisabeth Mulder: Sinfonía en rojo, ha vuelto a ser recordada y hace poco Renacimiento reeditó Una sombra entre los dos: su primera novela y en la que plasma la lucha de una mujer por proseguir su carrera laboral en contra de los persistentes prejuicios y amarres de una sociedad supuestamente avanzada de los años treinta.
Pero volvamos a La historia de Java. Para la ocasión he vuelto a leer el relato, en esta nueva y cuidada edición de Cuadernos del Vigía. Para ver si mi emoción seguía intacta, si me continuaba cautivando tanto como antaño esta historia de la gata de "carácter hermético y desdeñoso... enamorada de las estrellas, de las soledades y los vientos" que huye de los hombres vulgares que amenazan con aparearla con un macho "guapo mozo... un marido de salón". ¡A ella! ¡A Java! ¡La de "ojos de sibila y movimientos rituales de bailarina sagrada"! Y sí, se volvió a producir el milagro; aprecié incluso más la intensa poesía del lenguaje de esta rebelde y oscura fábula que habla de una gata como si fuera una mujer; que habla, en realidad, de una mujer; que habla, tal vez, de Elisabeth Mulder, de mí y, quién sabe, también de ustedes.

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