Pastillas de despiadada clarividencia


Descubrí a Leila Guerriero con Los suicidas del fin del mundo y Frutos extraños y luego, la seguí por todas sus posteriores publicaciones -incluido el compendio de textos sobre la escritura, Zona de obras-. Supe que era argentina y escribía crónicas, ese género bastardo entre el periodismo y la ficción en que destacan en la actualidad ciertas autoras latinoamericanas. Me subyuga su mirada radiológica, su capacidad de detectar lo singular, lo extra-ordinario, lo extravagante de los personajes que pone en su punto de mira y que observa con un respeto máximo, desapareciendo, ella misma, en el intento. Lo mismo ocurre -y así lo apunta Pedro Mairal en su iluminador prólogo- en Teoría de la gravedad, una recopilación de columnas publicadas en El País durante los últimos cinco años. No se trata -dice Mairal- de un "libro autobiográfico. A veces parece que así fuera, que la autora se dejara ver completamente, pero cuando entramos a cada texto, ella acaba de salir y nos dejó sobre su escritorio estas fotos ardiendo..." Lo que queda son "formas hechas con el lenguaje" que Mairal recomienda leer en voz alta, "para disfrutar de su destreza verbal" (yo así lo hice). Los textos -pequeñas pastillas de despiadada clarividencia, apenas 300 o 350 palabras, siempre las justas- van aquí ordenados según temáticas comunes y esa secuencia enaltece su efecto: hay bastantes que hablan del desgaste de una relación amorosa ("el horror del amor cuando termina"); otros, de la erosión de un entusiasmo primario por la vida; otros, del  tormento de la escritura, esa "patria tirana". A menudo, Guerriero remata (nunca mejor dicho) sus reflexiones-recuerdos-sentimientos con las palabras de algun(a) poeta, extraídas de su acervo de lectora voraz y que en sí ya merecen todo. No encuentro mejor modo de compartir mi admiración por esos jirones de vida armados a la perfección que reproducir uno de ellos.

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