Un mundo al alcance de la mano

Supongo que en estos tiempos tan extraños que nos han tocado vivir debería estar leyendo -y dando fe de ello- o bien distopias futuristas, o bien, Lo Que Realmente Importa (a saber, la Odisea, Guerra y Paz, el Tao Te King o los Ensayos de Montaigne). Pero resulta que la cosa me pilló encerrada (bueno, no exactamente: suelo dar largos paseos por un paisaje exuberante e imperturbable) con un solo juguete (tampoco exactamente: cuando se terminen los que traje, en el piso de arriba me aguardan cinco cajas de libros de lo más variopintos que he ido recopilando a lo largo de toda una vida y cuyo único denominador común es que están agotados o imposibles de conseguir, que es cuando para una librera se convertían en imperioso deseo y dignos de ser adquiridos). De modo que, desengáñense, continuaré con mis lecturas perfectamente azarosas que no parecen tener orden ni, desde luego, concierto. Maylis de Kerangal me había cautivado con Reparar a los vivos, donde describe la precisa maquinaria compuesta por un sinfín de profesionales para, tras la muerte fortuita de un joven surfista, posibilitar el trasplante de sus órganos. También en Nacimiento de un puente, sólo la confluencia de miles de expertos, llegados de todos los rincones del mundo, hace factible la construcción de semejante obra magna. Un mundo al alcance de la mano nos presenta a tres jóvenes que coinciden en una escuela de Bruselas donde una severa dama de cuello vuelto enseña el arte de la pintura de los decorados o trampantojos. Seis meses de agotadora disciplina (el despliegue léxico de pinceles, pigmentos, materiales de la autora -y, por ende, el traductor: Javier Albiñana- es prodigioso) para aprender a recrear texturas de mármoles, maderas, piedras semipreciosas. Después, el trío se dispersa y la lectora sigue las andanzas de Paula que va encadenando trabajillos en varios países y termina por atracar en Cinecittà, la decadente fábrica de los sueños de Roma. Confesaré que esta parte central se me hizo algo larga, aunque celebro sobremanera haber confiado en Kerangal: la tercera parte, de nuevo, me tuvo admirada y casi sin aliento. Y es que a Paula le llega el encargo de colaborar en la reconstrucción de la cueva de Lascaux, la "Capilla Sixtina de la prehistoria". Y es allí donde la autora se emplea a fondo y logra transmitir la maravilla de esta obra; donde abre la historia y pregunta por nuestra necesidad de contar historias a través del arte; por la realidad y la ficción o la representación. Y también, por nuestra fabulosa capacidad de destrucción. Lean, si no: "Luego, mientras cerraban el portal del vallecillo, Jonas tomó la cara de Paula entre las manos y le pidió que imaginase un tiempo en que los hombres no fueran ya más que un lejano recuerdo, un tiempo en que no fueran más que mito, leyenda, presencias en los relatos de las criaturas que habitaran por entonces la Tierra -quien puede creer aún en los hombres, Paula?"

Comentarios

  1. No te lo creerás, pero a mi incluso confinada se me escurre el tiempo de las manos. En algún rincón de mi memoria había post-it que decía: "hay una entrada de Heide por leer" Mientras cenaba, en esta silenciosa y sorprendente soledad urbana que te estás perdiendo, he dicho: "ahora la leo". Y el móvil ha acabado dentro del plato de calabacines y pimientos asados. Por fortuna justo al final, del post y del plato.... Qué titulazo "Reparar a los vivos"......no puede ser mejor

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