Una historia negra, negra

Cuando El asiento del conductor, de Muriel Spark, salió hace un tiempo en mi querida editorial Contraseña, se me resistió. Creo recordar que no lo terminé (pese a su exigua extensión) y, sin embargo, por alguna razón me negaba a devolverlo. Y así iba dando tumbos por casa hasta el final de mi vida librera. Ahora, cuando me encontraba felizmente encerrada en una pequeña aldea en compañía de varias cajas de libros, espejo de las no por mudables menos apasionadas querencias de casi toda una vida, salió de una de ellas, para mi sorpresa, una edición anterior del libro de Spark (Una mujer al volante, Lumen, 1971, traducción Andrés Bosch) y me dije: esta es la mía, voy a darle otra oportunidad. Porque vaya por delante que de la singular escocesa había leído mucho y ella cuenta entre esas autoras raras que atesoro. Su humor negro, sus personajes (femeninos) extravagantes, sus tramas insospechadas la convierten en única.
Lise es una mujer de treinta y cuatro años, soltera, alta, delgada, ni guapa ni fea que, desde la primera escena, destaca por su comportamiento estridente. Está a punto de iniciar un viaje a algún país del sur. Desde el inicio conocemos el final de la historia (y que no es otro que su asesinato), al que Lise se dirige, de situación llamativa en encuentro estrafalario, como si se propusiera dejar un rastro hasta el inevitable desenlace. Desenlace que ella, la víctima, busca con pertinaz determinación hasta dar, por fin, con su providencial verdugo: ese hombre que es "su tipo". Parece que la risotada debiera asomar tras cualquier palabra, mas nunca aflora: la autora no nos concede este (ni cualquier otro) alivio. Creo que en este juego-tortura radica lo desconcertante de la historia y por ello se me resistía. Es un relato turbador y negro, negro ("vidrioso y pérfido", en palabras del New Yorker) que se quedará merodeando en su cabeza un buen rato.

Comentarios

Entradas populares