Literatura (chilena) con mayúscula

El Mapocho es el río —“morocho, mugriento y hediondo”, como dice Nona Fernández en su epílogo— que atraviesa Santiago. Y que lleva todo lo desechado, lo relegado, lo in-nombrable de una sociedad respetable. Ahí encontramos al inicio de la novela a Rucia flotando río abajo en un ataúd ("Nací maldita. Desde la concha de mi madre hasta el cajón en el que ahora descanso"), protagonista y voz narradora. Hay aquí, pues, un relato sobre Rucia y su hermano, el Indio; su juventud marcado por el exilio en una playa del Mediterráneo y su relación incestuosa; la madre que los llevó lejos después de la desaparición y supuesta muerte del padre; el regreso final a Chile (“este rincón que se cae del mapa”) tras un accidente automovilístico en el que muere la madre y el reencuentro con Fausto que, mientras tanto, se ha convertido en historiador oficial del régimen. Al fondo de este relato fragmentado y errático, e intercalado entre él, una voz anónima relata algunos retazos de la historia de Chile (“…dicen…., dicen…, eso dicen”): retazos que no cabían en la Historia oficial y que hablan de sodomizaciones, de esclavitud, de Locas travestidas y conquistadores seducidos, de detenciones y asesinatos masivos en estadios deportivos. Desde los epígrafes que preceden la novela, quedan manifiestas las frecuentes alusiones a obras consagradas de la literatura chilena, las referencias continuas a su historia. Pero, ¡ah!, no se dejen desanimar por este comentario ni esperen un pastiche metaliterario (que Mapocho fácilmente podría haber devenido). Todas estas remisiones, todas estas anécdotas serán debidamente detectadas y señaladas por la crítica académica; pero ustedes (y yo) nos quedaremos con lo que nos quedaremos. Que es con la sensación de estar ante un peazo de libro, Literatura con mayúscula y con el suspiro, al acabar: ¿Cómo es posible que a Nona Fernández le cupo todo eso en 230 páginas?

Comentarios

  1. Ando preguntándome qué tienen estas reseñas tuyas que me gustan tanto. Sin mucho pensar, con el primer café a medias, se me ocurre una hipótesis: tus textos se aferran radicalmente a la posición de lectora pero todas sabemos que son otra cosa. En ese dislocamiento entre lo que tú dices que son (y cualquiera te lleva la contraria.....) y lo que nosotras leemos y reconocemos podría estar la palanca que nos mete dentro de tus textos sin remedio. Buenos días Heide!

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    1. Sonrojada me tienes, Berta. No será que la valía está en los ojos de quien mira? Muchas gracias, de cualquier manera.

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    2. No querida... De eso nada. Siento llevarte la contraria ;-)

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