Una mirada atónita de horror
Hace ya
¿cuántos? casi cuarenta años cuando amanecíamos casi cada día con noticias de
las salvajes incursiones del grupo guerrillero Sendero Luminoso en las zonas
rurales de Perú y los subsiguientes contraataques de los militares, no menos
brutales. Lo recuerdo porque por entonces viajamos para allá y las advertencias
fueron muchas. Claudia Salazar Jiménez indagó en la vasta documentación de la
Comisión de la Verdad para componer la polifónica y fragmentaria novela breve La sangre de la aurora, original de 2014, en torno a tres mujeres peruanas
(Melanie, una fotoperiodista empeñada en documentar lo que ocurre, con relaciones en las altas esferas; Marcela, una trabajadora social cristiana devenida
guerrillera; y Modesta, una campesina). Salazar tuerce y licua el lenguaje para
tratar de capturar la bestial violencia en algunos párrafos torrenciales como
vomiteras (“cuántos fueron el número poco importa veinte vinieron treinta dicen
los que escaparon contar es inútil crac filo del machete un pecho seccionado
crac no más leche otro cae machete puñal daga piedra honda crac mi hijo crac mi
hermana mi esposa crac mi padre crac carne expuesta el cuello roto machete
globo ocular atravesado bala fémur tibia peroné bala sin cara oreja nariz eso les pasa por terrucos crac…”). Violencia
que sufren de manera especial las mujeres, hasta el punto que Salazar reproduce
en un momento determinado tres párrafos cuasi idénticos, con escasísimas
variaciones, que corresponden a las violaciones de las tres protagonistas, por
unas facciones o por otras: no hay diferencia. Potente esfuerzo de hacer
historia, memoria, literatura.
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