Olive, again

Vaya por delante que Olive Kitteridge es uno de esos libros fetiche que me gustan tanto y que durante años he ido paseando por todas las ferias y mesas de libros que se me brindaran. En él, Elizabeth Strout crea un personaje formidable: una profesora de matemáticas jubilada de un pequeño pueblo de Maine, cascarrabias, a menudo desagradable, insobornablemente honesta que sólo en algunos momentos deja aflorar su empatía. No fui la única que se dejó cautivar por el personaje, en vista del éxito que tuve con mi recomendación y de la magnífica miniserie que Frances McDormand produjo y protagonizó a partir del libro. Ahora, más de una década después, sale Luz de febrero (título algo ñoño por Olive, again, a saber, De nuevo, Olive). Enlaza exactamente donde termina el libro anterior, es decir, con una Olive de setenta y pocos años que, tras la muerte de su marido, comienza una improbable relación con un ex profesor de Harvard, republicano para más inri. Mantiene la misma estructura del libro anterior: una sucesión de relatos o retazos de vida entrelazados en torno a alguno de los habitantes de Crosby. En todos ellos, de un modo u otro, se asoma Olive Kitteridge, bien como protagonista, bien como una simple referencia. Muchos de los personajes son viejos conocidos del libro anterior por lo que conviene (aunque no es imprescindible) haberlo leído; en uno de los relatos incluso se cuelan los hermanos Burgess, en otro, Amy e Isabelle. Strout es una maestra creando emociones con palabras rasas; por allí pasan dramas, soledades, enfermedades y abusos: nada de lo humano le es ajeno. Y así, cuando se acerca el final (“Su vida se hinchaba tras ella como una red de pesca, repleta de toda clase de algas inútiles y pedazos rotos de conchas, y de todos aquellos peces centelleantes y diminutos: los centenares de alumnos a los que había dado clase… los miles de millones de vetas de emociones que había sentido contemplando salidas y puestas de sol…”) y en una repentina urgencia de escribir su vida, Olive concluye: “No tengo la menor idea de quien he sido. Sinceramente, no entiendo nada”, nosotras, sus lectoras, le contradiremos. Nosotras sí lo sabemos: ella es (siempre fue) en relación, en contacto con las demás. Como somos todas.

Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por la reseña y por la recomendación, Heide. Sin duda, leeré ambos.

      Eliminar
    2. Muchas gracias. Agradezco tanto los jaleos por aquí ya que la labor de una minúscula blogger es muyyyy solitaria...

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares