Algo no estaba bien, ni en esa casa ni afuera
Conocí
a Lucía Puenzo como directora de una de mis películas preferidas: XXY, la
historia de una adolescente que se debate entre los dos sexos que la naturaleza
le ha asignado, en medio de una Patagonia salvaje y originaria. Allí, como he
podido constatar más tarde —y después de leer Wakolda y ver la adaptación
cinematográfica, El médico alemán; leer El niño pez y ver la película homónima;
leer La furia de la langosta—, asomaban ya algunas de las constantes en la obra
de Puenzo: lxs adolescentes, que suelen habitar un territorio de indefinición (también
moral) y estar provistxs de un enorme arrojo y espontaneidad, antes de
alinearse en la vida adulta; la ciencia y sus perversiones; cierto amago mágico;
la cisma entre clases sociales. Todo ello está presente en Los invisibles,
novela original de 2018 que ahora se edita en España. Tres criaturas de la
calle (dos adolescentes, Ismael y la Enana, y el pequeño Ajo) forman un
imbatible elenco que, por orden de un guarda de seguridad, entra silencioso en
las casas de las urbanizaciones de lujo, para robar joyas, aparatos
electrónicos o ropa de marca, mientras aprovechan para jugar con los artilugios
con que se topan, afanarse unas zapatillas o saciarse con los restos encontrados
en la nevera. Hasta que quienes mueven los hilos deciden subir la apuesta e
introducir a los críos en un terreno silvestre de mansiones millonarias en la costa
uruguaya… Agitada novela breve con tremendo suspense, desarmante ternura, la
inevitabilidad de la tragedia.
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