Mujeres fuera de orden

Alda Merini. Kate Millett. Camille Claudel. Sylvia Plath. Anne Sexton. Leonora Carrington. Ángeles Santos. Charlotte Perkins Gilman… Nuestra historia está llena de mujeres que en algún momento de su vida tuvieron algún encuentro con las instituciones psiquiátricas, y tuvo que ser el feminismo que se preguntara en qué medida su supuesta locura era, simplemente, un “malestar de género” o una estrategia, de familias o maridos, para deshacerse de mujeres incómodas. Mujeres “fuera de orden”, parafraseando aquella memorable exposición de pintoras del siglo pasado.

En 1974, más de doscientas internas fueron trasladadas del obsoleto y vetusto Manicomio de Jesús, en Valencia, al Hospital Psiquiátrico de Bétera. Allí les recibió un equipo de profesionales jóvenes e implicadas, en las antípodas de las medidas deshumanizadoras y la salvaje sobremedicación a la que habían sido sometidas.  María Huertas formaba parte de aquel equipo pionero y todos estos años ha ido guardando las historias de algunas de estas mujeres. La pandemia le brindó la oportunidad de plasmar estas vidas en un fino y delicado libro, Nueve nombres. Porque de ello se trataba y se trata: de devolver a estas mujeres que se habían quedado sin vida personal ni relacional, sin recuerdos ni enseres, sin historia, sin sexualidad, sin palabra, sin nombre porque a menudo el que figuraba en su abstruso historial clínico no era el verdadero, todos esos derechos usurpados. Y así empezaban las profesionales a investigar (algunas de las historias se leen como verdaderas novelas de suspense) en su pasado, a contactar con las familias, a visitar con ellas los lugares de su vida anterior al internamiento. En algunos casos habían pasado treinta años o más y sorprende la gran capacidad de recuperación, una vez retirados el cóctel de medicamentos y la “soledad colectivizada” a los que las mujeres habían estado sometidas. Debajo de su entumecimiento o supuesta incompetencia asoman sus historias, trágicas algunas, triviales otras, muchas fruto de cierta “pobreza intelectual y emocional” y del tiempo que les tocó vivir. Ana, que no pudo tener hijos y entonces, según su marido putero “ya no servía para nada”. Blanquita, que se queda huérfana cuando su padre anarquista tuvo que huir a Francia. Margarita, que cayó en una depresión tras la muerte por accidente de su marido y su padre y a quien su hermana había incapacitado. Felipa, que trató de quitarse la vida para escapar de un marido maltratador.

De todas ellas nos habla María Huertas, en un lenguaje sencillo, cuidadoso y como propio de otra época. Sin juzgar y desviando la mirada de la "normalidad" conocida a la subjetividad de cada una de las mujeres. Sin, por otra parte, mitificar. Contando, sin más. Contando también, en un emocionante epílogo, cómo fue ese glorioso momento histórico de los años setenta cuando todo se ponía en tela de juicio y "las imposibilidades eran retos y las utopías, posibles".

(La foto es de Anna Turbau, de un trabajo de 1977 sobre el manicomio de Conxo, en Santiago de Compostela).

Comentarios

  1. Lo que me recuerda la antología de Nellie Bly y au relato Diez días en un manicomio en Nueva York de primeros de siglo XX

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