Pero, ¿no me escuchaste, mija? Morirse es lo de menos
Dos
colombianas y una mexicana —Lucía, la
protagonista— veinteañeras viven en la total y absoluta precariedad en la
ciudad de las luces y las posibilidades, donde luchan contra caseros desalmados
y ratolines empoderados y tratan de llegar a fin de mes con los exiguos montos
de sus becas de doctorandas y sueldos de lectoras. Son amigas; se apoyan,
hablan de sus cosas, bailan, beben, se dan asilo en los momentos duros; incluso,
una noche de borrachera Lucía y Juliana llegan al escarceo sexual, aunque todo
queda en el terreno difuso del sueño y Juliana no parece acordarse después. Juliana:
esa chica alta, guapa, obsesivamente delgada. Juliana, que tiene una relación
con un profesor visitante de sociología, veinte años mayor que ella, que cada
vez más a menudo la denigra, la pone en evidencia ante sus amistades, le señala
las lagunas intelectuales que tiene: un acosador moral en toda regla, vaya. La
vivencia de cerca de este comportamiento hace que a Lucía le vuelvan dolorosos
los recuerdos de la relación entre Álvaro y Dalia, sus padres, y que consiga
ponerle palabras. Palabras como “entrega enajenada” o “saco de boxeo”. Palabras
que se mezclan con cuentos y letras de rancheras y boleros, esa implacable
escuela y espejo de las relaciones tóxicas. Y
te lo dije cantando, te lo dije de frente, que volverías conmigo, volverías
porque no quieres perderme. Luego, Lucía tiene que regresar a México para
atender a su padre que ha quedado irreconociblemente desvalido tras una paliza
y mientras tanto Juliana… Ay, Juliana. Mayte López, mexicana nacida y afincada actualmente en Nueva York donde forma
parte activa de la comunidad de escritorxs en español, muestra una formidable
sensibilidad para captar el lenguaje oral, intercalando frases en inglés. Y así
monta la narradora, traductora y columnista esta Sensación térmica, una estupenda novela llena de destellos de humor
y una singular capacidad de observación, que fluye con facilidad, mientras indaga
en los síntomas de lo que pasa por llamarse amor cuando es pura violencia,
aniquilación, trauma. “¿Por qué no cuenta como crimen aniquilar a una mujer a
cuentagotas, descuartizarle la moral y la autoestima en cómodas entregas?” Ingrata, no te olvides que si quiero, pues
si puedo hacerte daño sólo falta que yo quiera lastimarte y humillarte.
Y es que hasta que aprendamos a poner límites, el amor romántico heterosexual es una práctica riesgo....
ResponderEliminarDigo!
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