Tituba
Por lo
que parece, Impedimenta ha decidido hacerle un hueco a Maryse Condé en su
catálogo: tras Corazón que ríe, corazón que llora, La vida sin maquillaje y La Deseada —los tres, más o menos, de corte autobiográfico y bien acogidos por
público y crítica—, publica ahora la que sea probablemente la obra más célebre
de la antillana: Yo, Tituba, la bruja negra de Salem. Condé ha estado dispersamente
editada con anterioridad en este país; eso sí, con bastante escasa fortuna. Localizo,
pues, en mi caprichosa librería particular no una sino dos ediciones anteriores
de Yo, Tituba (una de Ediciones B y la otra de Muchnik, con traducciones
ampliamente superadas –en mi modesta opinión— por la nueva, de Martha Asunción
Alonso). La novela parte de un hecho histórico: el juicio de 1692 en el pueblo
de Salem, en la entonces colonia inglesa de Massachusetts, contra una serie de
mujeres (también algunos hombres) acusadas de brujería. Una de las encausadas
fue una tal Tituba, una “mujer india, sirvienta” de etnia incierta. Condé la
convierte en una bella negra procedente de Barbados y fabula su historia; la
dota de una voz propia. Fruto de una violación, la madre de Tituba es ahorcada
cuando ella es aun una niña, por defenderse ante otro intento de violación. Se
hacen cargo de ella un esclavo y una vieja curandera que la introduce en los
secretos de las hierbas y el contacto con los invisibles. En continuados
cambios y traslados, resultado de su condición de esclava, mero apéndice de sus
amos (y también de su apego al amor carnal con unos hombres mucho más oportunistas
y cobardes que ella), termina primero encausada en el juicio de Salem y
finalmente, muerta en una revuelta de libertos. Pero ¡ah!, aún nos guarda Condé
una última vuelta de tuerca… Libro que se lee como una novela de aventuras y de
giros fantásticos, con la pasión adolescente con la que leíamos antes. Con una heroína
irisada y poderosa. Pero a poco que queramos pararnos a reflexionar habla de
temas graves como la esclavitud, el racismo, la violencia machista… sin
concesiones y con una impecable documentación. Un imprescindible en toda
biblioteca feminista.
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