¡En esta familia no hay secretos!
Desde
Un amor hemos aprendido a desconfiar de los títulos de los libros de Sara Mesa:
tan sencillos en apariencia, tan inocentes. De modo que, de La familia cabía
esperar lo peor. Padre, Madre (así, con mayúsculas), Damián, Rosa, Aquilino que
quiere que lo llamen Aqui, y Martina, que no es hija biológica sino más o menos
adoptiva (por razones que no quedan del todo reveladas), forman un ecosistema impregnado
de mandamientos morales, obediencia y silencios. Padre es ese sol oscuro a cuyo
alrededor pivotan una Madre entregada y silenciosa y los cuatro vástagos. Ahora
bien, desde el principio (y no sólo gracias a cierto spoiler de la contraportada del libro) una sospecha que ese Padre,
con sus colectas para proyectos altruistas y sus pósteres de Gandhi, tal vez no
sea todo lo perfecto e íntegro que parece. Poco a poco, Mesa va desvelando
piezas de un puzle que se extiende durante años, al perseguir a los personajes
durante su vida adulta. Mostrando cómo lidian, cada uno a su manera, con el
despotismo camuflado de pedagogía; cómo este deviene vergüenza, treta, desamparo,
según. Cómo los recuerdos se tuercen, se ocultan, regresan como destellos en
los momentos menos pensados. Mesa nos ha dejado otra de sus bombas de acción
retardada que irá explotando poco a poco, conforme pasan los días tras la
lectura, estoy convencida. Ya me contarán.
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