Quién hubiera dicho —y, por otra parte, qué congruente— que la mujer sonriente,
agradecida, emocionada que conocí en una presentación durante la reciente feria
del libro de Valencia fuera la misma que aquí en este libro se abre en canal y
escribe, grita, llora, aúlla contra el racismo, la violencia y los abusos
sufridos por las mujeres, la destrucción del planeta, el rechazo sufrido por la
gordura, el estigma de la salud mental. Vísceral(ya ven qué título) se llama este
compendio de ¿qué?, ensayos, estampas autobiográficas, artículos… vamos a
dejarlo en “textos”. Dice María Fernanda Ampuero, en una especie de carta de
intenciones: “La Carrie de Stephen
King, bañadita en sangre de chancho, prendía fuego. Yo escribo. Que se cierren
todas las puertas, que se bloqueen todas las salidas: quémense hasta los
huesos, hijueputas”. Advertidas estamos, pues. Con la misma fuerza desnuda
arremete contra los dictados estéticos a los que nos someten a las mujeres
desde temprana edad (“A las niñas nos quitan los superpoderes con espejos”),
como nos hace partícipe de la desubicación y fragilidad a que la expone su
situación de migrante (“Anhelo no llamar la atención, no levantar sospechas, no
temer ni ser temida… A veces anhelo vivir en automático, reconociendo la fruta,
el acento, la calzada con la convicción de que son mías”), por mucho que lleve
décadas en el país de acogida. Ampuero, nacida en Guayaquil (Ecuador) y afincada en España,tiene en su haber dos libros de crónicas —no
disponibles en España— y sendos volúmenes de relatos, Pelea de gallosy Sacrificios humanos, una serie de cuentos de horror (en ese sentido que ha adquirida la
palabra de la pluma de Mariana Enríquez, Samantha Schweblin, entre otrxs): porque tal y
como andan las cosas, lo único que cabe escribir honestamente son cuentos de horror y
ciencia ficción. “Yo tengo miedo. Tengo miedo todo el tiempo. Escribo porque
tengo miedo, porque soy mujer, porque me han enseñado a odiar mi cuerpo, porque
soy extranjera, porque vivo en un país en el que el fascismo leuda en el horno
de la indiferencia general; porque en el país en el que nací aparece decapitada
la gente que se niega a pagar a los narcos…; porque el planeta está destruido y
en Europa no hace más que ganar espacios la ultraderecha.”
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