Qué sentido tiene la vida de cualquiera?
Sabrán
las asiduas de Elizabeth Strout que todas sus novelas están interrelacionadas,
que los mismos personajes aparecen una y otra vez, aunque en cada libro el enfoque
varía y el protagonismo recae sobre otro de ellos. Una, que tiene memoria de
pez, apenas recuerda cuál fue la historia de Bob Burgess (el de Los hermanos Burgess), cómo se llamaba
el primer marido de Olive Kitteridge (la de la novela homónima y de Luz de febrero) o todo lo que le había ocurrido
con anterioridad a Lucy Barton (que tiene todo un hilo narrativo con tres libros propios a su nombre). Lo cual no obsta para que disfrute de lo lindo del
pueblo de Crosby, en el estado de Maine, tan imaginario (y tan verosímil) como
todos sus habitantes. Cuéntamelo todo es una novela polifónica donde las haya, con
un asesinato, un amor o algo que se le parece mucho, hijos distanciados,
pasados que marcan el presente. Al fondo asoman el recuerdo del covid y la
situación de un país que se parece a “un enorme camión articulado retumbando
por la carretera, con las ruedas desprendiéndose una tras otra”. Pero en
realidad el tema son las extrañas y complejas relaciones que nos unen con las
demás. Las historias, miles de historias “sin registrar” (que me gusta más que
la opción de la traductora: “inéditas”) que parecen carecer de importancia y
que nadie recoge, si no lo hacen Olive y Lucy en sus conversaciones. “La gente
y la vida que lleva. Ese es el sentido.” Nada más. Y nada menos.
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