"Sitios que no diferencio de mi propio cuerpo"

Tres momentos históricos: los años veinte del siglo pasado; 1979; y 1999. Un mismo lugar singular: Tarsis, trasunto de Riotinto, territorio minero onubense de tremendos agravios medioambientales y sociales. Un lugar que yace palpitante al fondo del relato de Rosario Izquierdo y que lo permea todo, con coherencia y naturalidad. No en vano, allí están las raíces de la escritora; el incesante rumor de los camiones y de las explosiones, el pantano al que se escapa la narradora, Carmela, deben formar parte de su paisaje emocional. En 1979, Carmela tiene dieciséis años, es tan joven y atrevida como la democracia principiante y conoce al escritor, un recién llegado del exilio que acaba de comprar la Mansión. Allá donde vivió en otros tiempos Kristina, la esposa danesa de un biólogo al que la compañía minera británica encargó la recuperación de los destrozos causados por su actividad extractiva y que entabló una relación amorosa trasgresora con el director de la compañía. La joven Carmela se siente fascinada por este personaje (fascinación que el escritor alienta), mientras conoce el sexo, el poder, el poder del sexo y la servidumbre de la escritura. 
Bueno, no pienso seguir destripándoles el argumento de Lejana y rosa, esta novela en tres planos tan estupendamente armada, porque además no es lo principal. Sino antes lo es el edificio que construye la autora con tanto arte para hablar de lo que le importa (las mujeres, las desigualdades sociales, la memoria, la escritura) y que tiene tanta solidez que, lejos de ser vehículo o decorado, es elemento vivo y consustancial de la novela. Es este el tercer libro que publica Rosario Izquierdo, tras Diario de campo y El hijo zurdo. Es mucho más complejo que los anteriores y no me cabe duda de que lo ha ido acarreando durante años: tanta documentación tan bien integrada no se improvisa. Detrás hay muchas lecturas, y vida vivida. Si alguna vez nos desconfinan prometo viajar a Huelva sobre las huellas de Kristina, Doña Concha, Carmela y el Barrio Inglés. Con esta estupenda novela en la mochila.

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